miércoles, 22 de noviembre de 2023

HERMANDAD DE LOS BIOTIPOS

Recuerdo que ya hace mucho comencé a darme cuenta que una y otra vez, cada uno de nosotros lograba ver en los demás un cierto parecido, es como si nos repitiésemos una y otra vez. Con el tiempo, a ello lo denominé hermandad de los BIOTIPOS. Con el correr del tiempo he descubierto también hijos e hijas de biotipo y ahora incluso nietos y nietas con el mencionado parecido. 

jueves, 5 de febrero de 2009

LA ETERNIDAD EN LA IMAGEN


A veces suelo pensar qué tipo de existencia hay más alla de la vida. Una frase interna me previene y sólo me insta a decir (escribir) limítate a lo tuyo quizás sea preferible conformarse con una buena imagen de lo vivido en esta realidad, por terrenal que sea.


Con ustedes, a la manera de Andy Warhol, en movimiento, los minutos de gloria de Mota y Algodón, con música de fondo del excéntrico Kurt de Nirvana:

Mota y Algodón, las mascotas virtuales, quizás no por la eternidad, pero creo eso si, que por un buen tiempo lo seguirán siendo.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Hace 28 años

Con algunos hace 28 años que no nos veíamos las caras, al menos en persona, hartos kilos de más, algunos con bastante menos pelo, y otros con muchas más canas. Debo reconocer que la imaen que Álvaro Ferrá obtuvo demí es bastante positiva. Bueno, me dijo que soriera y así lo hice. Debo reconocer que fue un momento grato, muy buena la cena, algo cara para mi presupuesto, debo reconocerlo, pero a todo lujo el filete mignon y los palmitos, ¡Uhmm!, delicioso.
La gente, bien, fue como volver al pasado y "chacotear" como en el colegio, un un grupo de adolescentes que rondaba los 45, más menos 2.
Para algunos era celebrar los cuarenta años que comenzaron en PrimeroBásico, para mi tan sólo 35, pues ingresé al "selecto grupo" por ahí por quinto.
Los compañeros de curso siguieron llegando, poco a poco se irán integrando a aquel memorable encuentro. Les recuerdo que con algunos, la distancia en el tiempo era de no meos de 28 años.
Los más puntuales en llegar están para la foto. De izquierda a derecha semtados: Eduardo Toledo, Fernando Herrera, Werner Puebla. Pancho Casado, Alfredo Erenchun, Pancho Morales. De pie Rodrigo Fredes y Alvaro Ferrá.

martes, 22 de julio de 2008



ACTO SEGUNDO:


1973, ESTADIO NACIONAL

Era un día muy extraño, y aunque no recuerdo la fecha, obviamente faltaba bastante para septiembre. Como siempre, en aquel año, llegaba al colegio faltando escasos 10 minutos para las 8:00 de la mañana, hora del campanazo inicial.
Corría un rumor inusual al interior de la sala, algo se tramaban los papás. Los más "apitutados" finalmente contaron la firme, en la reunión hecha el día anterior, los padres había organizado una paseo, pero nadie sabía donde, lo que si sabíamos que debíamos llevar al día siguiente el bolso equipo, tenida deportiva, y colación, pues tendríamos que quedarnos de la jornada de la mañana hasta la tarde para el misterioso tur.
Al día siguiente la expectación era aún mayor. Prácticamente la clase matutina no había sido tal, pues nuestro interés estaba en el evento que acontecería en la tarde. Alrededor de una hora antes de la partida, los que no éramos tan "apitutados" descubrimos el secreto que ya era a voces, iríamos en la micro del colegio, nada menos que a la cancha principal del Estadio Nacional.
Creo que llegamos a eso de las tres de la tarde, ingresamos al recinto en la micro del colegio (la misma que debía recoger a los compañeros rezagados de la maratón del colegio), ingresamos por la puerta principal, aquella por la cual lo hacen los equipos profesionales, y como si fuera poco, nos equipamos en el camarín que usualmente ocupa la Selección Chilena y el mítico Colo Colo. Aunque nos demoramos en salir a la cancha pues la organización nos deparaba aun otra sorpresa, nuestro entusiasmo no declinaba, íbamos a emerger al campo de juego por el túnel norte del Estadio Nacional, y la idea era salir corriendo con un balón en la mano, y así lo hice…

lunes, 23 de junio de 2008

Acto Primero: 1973: para mí



PARA MÍ, 1973,

EN TRES ACTOS


ACTO PRIMERO

VISITA ILUSTRE:

Era una mañana cualquiera y yo me encontraba en el colegio, cursaba un quinto año básico, de pronto nos dimos cuenta que afuera de la sala había mucho desorden, y poco a poco nos contagiamos de ello en el interior. En ese momento, nuestro profesor, don Guido, le pidió a uno de nuestros compañeros, ya ni recuerdo a quien, que fuera a mirar que era lo que causaba tanto alboroto, al regresar nuestro compañero (pudo haber sido el “lolo” Barbano o el “Pelao” Erenchun), nos informó que el famoso Carlos Caszely estaba afuera, en el patio de las palmeras, al momento, don Guido nos contó que lo conocía en forma personal y que vería la posibilidad de que no visitara en la sala. Debe haber demorado unos cinco minutos pero para nosotros, adentro parecía eterno. De pronto, se abre la puerta, y un silencio, que ya se lo quisiera cualquier iglesia se produjo en el interior… Era el famoso Carlos Caszely que nos visitaba en nuestra propia sala. Todavía estaba en el recuerdo el inolvidable “Colo Colo 73”, ícono de todos los tiempos del deporte nacional, que aún a más de treinta años siempre recordaremos.


Alguien anda con una revista, no recuerdo si del inolvidable “Estadio”, o del “Barrabases”, y gustosamente donó el póster del centro de la revista para que Caszely lo firmara con su impronta. El famoso jugador estaba a punto de irse al extranjero, al Levante de España, o algo así, y estaba de paso por la comuna de San Miguel pues sus padres vivían en la calle Rey Alberto, a escasas cuatro o cinco cuadras del colegio.

Al ingresar a la sala, caminó por el mismo pasillo en el cual yo me sentaba junto a mi compañero Pedro Vega. Para mi mismo en aquel momento pensaba, es harto más bajo de lo que imaginé que era, había pasado a escasos 30 cm. de mi puesto.

Debo confesar que nunca fui del Colo Colo, y aunque ese año casi me tiento, dada la categoría que había alcanzado el Club, finalmente fui fiel a mis principios y lo admiré desde mi azul perspectiva. Sin embargo muchas veces lo había visto jugar en el Estadio Nacional.

Nuestro fanatismo deportivo era evidente, de modo que cada uno de los compañeros que estuvimos en ese día, disfrutamos a cabalidad la ilustre visita que nos acompañaba en aquella mañana. Fueron entre diez y quince minutos inolvidables. Varios alumnos se acercaron a darle la mano, pero yo, en lo personal no quise hacerlo, pues era evidente que mi corazón estaba en el equipo azul, su rival por tradición, y para mi hubiera sido una falta mayor dar la mano, una traición inexcusable, aun para mí que contaba con sólo diez años.

Cuando llegué a casa, me costaba encontrar las palabras para describir el acontecimiento que había vivido en el colegio aquel día. Mis papás me creyeron pero mi hermana para nada, por más que le conté la historia con lujo de detalles, ella insistía en que no era cierto pero si que lo era. Finalmente le conté que la día siguiente se haría una rifa con el póster de la dedicatoria de Caszely, y ojalá me lo ganara, no porque me gustara el Colo Colo (tema ya explicitado), sino para que ella, mi incrédula hermana me creyera.


Debo confesar que llegué aquella mañana deseando ganar la rifa. Toda la mañana esperando, hasta que finalmente llegó el momento. El curso estaba con asistencia completa, como si quisiéramos que se repitiera la visita ilustre en nuestra sala (luego supimos que Caszely sólo visitó nuestra sala, ninguna otra). El número que saque para la rifa era el 11, mi compañero sacó el 12. Antes de lanzarse el sorteo, Pedro, mi compañero me ofreció cambiar el número, pero yo, sencillamente me decidí por lo que tenía, decidí jugármela por el 11, muchos compañeros cambiaron sus números, como queriendo hacer prevalecer su poder ante la diosa fortuna. Yo me la había jugado por el 11, finalmente el número ganador fue el… 12, el de mi compañero de banco, mi compañero se había querido deshacer de él, pero yo no había querido aceptárselo. Pedro se llevó el premio para su casa.

Muchos años después, quizás más de veinte, nos volvimos a encontrar con Pedro, un exitoso abogado, y mientras jugábamos con los dados al “dudo” recordamos la anécdota ocurrida en el Quinto Básico B del IMLP.